domingo, 11 de marzo de 2012

¡Ricky, nos vemos!

Recuerdo perfectamente la noche del 26 de diciembre. El día anterior fue formidable. Navidad trajo consigo la mejor liga de baloncesto. New York Knicks-Boston Celtics y y Lakers-Chicago saciaron el hambre de baloncesto que teníamos muchos. El lockout me estaba dejando dormido, necesitaba que empezara a botar la pelota.

Además era un año diferente. Llegaba a tierras americanas el niño pridigio. Un chaval que en Europa había dado muestras del potencial que podía desarrollar al otro lado del charco. Las habladurías estaban ahí. Unos, siempre fieles, le apoyaban desde el principio, otros auguraban un futuro gris. Sus opiniones siempre eran dispares. Sin embargo, había un punto en común. Ambos querían ver jugar ya al base de El Masnou, para bien o para mal iba a estar en el punto de mira de todos.

A las 2.00 era la cita, Ricky había quedado con todos los amantes del baloncesto.

Una hora antes empecé a ver a Calderón contra los Cavaliers. José Manuel Calderón me ofreció las primeras dosis de baloncesto español. 6 asistencias y tres puntos. Control y equilibrio. Muchas cosas que alabar.

Sin embargo sólo le deje que me deleitara de lo buen base que es una hora. Después era el turno de Rubio, como le llamaron desde que aterrizó. El contexto era perfecto, sólo trastocado porque al día siguiente me levantaba a las 7 de la mañana. Ricky se enfrentaba contra Oklahoma, candidato desde el primer día al anillo. Necesitaba ver pronto el desparpajo que le caracteriza, quería saber el grado de confianza que tenía en sí mismo.
El partido empezó con el español en el banquillo. Los segundos pasaban más lentos, las posesiones más pesadas., Rickyyyyyy retumbaba en mi cabeza.

3.16 del primer cuarto. Ahí estaba él. Sonriendo. Se quitó la camiseta de entrenamiento y le pidió rápidamente el cambio a Jonhson. Era su turno.

Sus primeros 3 minutos no estarán en los numerosos highlights. Aunque si tendrán cabida en la historia escrita del baloncesto español y de la NBA. Los nervios, compartidos por espectadores y protagonista, estaban dominados por la felicidad del momento.
La expectación del #9 era tanta como las ganas que tenían los aficionados de animarle. Iban de la mano. Aunque siempre ganaba lo segundo. Esto explica mucho el porqué Ricky ha tenido tan buen inicio en la NBA. Cuando tienes tantas ganas de animar a alguien, un mero pase, una sonrisa demás, un esprint innecesario, todo, lo consideras un gesto heróico, una razón de peso para aplaudir.

Sin que nada extrahumano hubiera pasado, ya consideraba que la noche había merecido la pena. Podría decir al día siguiente a mis compañeros de trabajo que el motivo de las ojeras era el debut de Ricky Rubio. Pero claro, la dosis de felicidad se vio desborada cuando el jovencito de El Masnou nos deleitó con tres asistencias en menos de un minuto.

La actuación de Ricky no fue nada del otro rumbo. Metió 6 puntos, capturó 5 rebotes y repartió 6 asistencias. Cualquier otra persona se hubiese ido a la cama indignado. "Pues vaya un debut", pensarían alguno.

Yo me fui feliz. Con muchas ganas de que llegase la madrugada siguiente, Ricky iba a jugar contra Milwaukee.

Éste era el resumen noche tras noche, partido tras partidos de Minnesota. Nunca me iba a la cama sin mirar la hora y el equipo del siguiente encuentro.

Así ha sido hasta el viernes pasado.Un viernes más llegué a casa a las 2.15. Había quedado con los amigos de la NBA. Minnesota ya ganaba a Lakers. Ricky y Pau estaban en cancha. Otro noche más estar sentando delante de la televisión un viernes era motivo de alegría. Ricky y Pau era una cita obligatoria.

El resultado era lo de menos. Se enfrentaban dos de los equipos con los que más empatía tengo. Si Rubio penetraba a canasta y dejaba una bandejita, deseaba que entrara. Si Pau tiraba desde media distancia rezaba porque entrase. Tenía la suerte de ir con los dos equipo. Todos los jugadores que había en cancha tenían la culpa de estar pasando una buena noche. Ellos habían sido la esperanza de un viernes con poco sentido.

Todo iba a favor. Ricky estaba jugando bien y Pau, a pesar de todos previos al partido que lo apartaban de los Angeles, estaba cumpliendo, como SIEMPRE.

El resultado estaba apretado. Sólo dos puntos de dieferencia a falta de un minuto. Estos 60 segundos estaban destinados a un triple sobre la bocina, a un tapón decisivo, a una asistencia por la espalda. Pero nunca a la lesión del jugador culpable de tantas noches en vela. A falta de 17 segundos se paró el tiempo. Me vinieron a la cabeza sus mejores actuaciones, el spot publicitario de la NBA en el que Ricky era el protagonista.

Esperaba que esa torcedura, que eso gesto contrariado que tenía en la cara fuese un amago de la pérdida de su sonrisa habitual. Pero no, esta vez no. El sábado se confirmaron las peores noticias. Seis meses sin Ricky. Adiós NBA y adiós JJOO.

Otra vez, Ricky como protagonista, se vio la fama e importancia que ha alcanzado el jugador. Sólo a un grande se le apoya de esta manera. Lebron, D-Wade, Kevin Love y sobre todo Pau Gasol le mostraron todo su apoyo.

Ricky va a estar ausente 6 meses. Volverá más fuerte que nunca. Así lo ha dicho él, y todos confiamos. Pero Minnesota también tiene mucha culpa de enamoramiento que muchos hemos sufrido durante estos meses. Peckovic sigue, Love no fallará y la pareja Derrick-Beasly harán de las suyas. Yo seguiré siendo un espectador habitual del equipo de Rick Adelman, con el extra de que, por desgracia, ahora buscaré la sonrisa de un joven confiado en la grada, en vez de esperar que haga otra de sus asistencias mágicas.

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